Fin de la primera fase del proyecto Myō.

La última semana de esta aventura no la hemos sentido como una despedida sino más bien como un ¡hasta pronto Nepal!. El equipo Icarus ya está trabajando con toda la información obtenida para crear nuestro primer gran reto.

La verdad es que después del viaje a Chitwan y del esfuerzo que hicimos la semana anterior, conseguimos insights muy interesantes que debíamos comentar con el equipo de Hemper. Para ello convocamos una reunión y de esta forma poder comentar con todo el equipo lo que habíamos concluido tras las entrevistas y el resto de la investigación.

Finalizada la reunión con Hemper, nuestro equipo quedaba libre para participar en otro tipo de trabajos en los que también estábamos involucrados. En mi caso particular, quise seguir organizando entrevistas con personas locales que tenía en mi lista de contactos para saber un poco más sobre la cultura nepalí y descubrir proyectos interesantes que pudiésemos apoyar en un futuro. Conocer de primera mano a personas de culturas totalmente distintas a la mía es una de las cosas que más me fascina de mis viajes. Experimentar el día a día que vive la gente al otro lado del mundo: su manera de pensar, de trabajar, de creer y de vivir… Para mí, lo mágico de un viaje es cuando consigues integrarte y de repente dejas de ser un turista.

Durante este tiempo de investigación, conocí personas muy interesantes. Como por ejemplo Uday, un chico nepalí de treinta años que ha estado involucrado desde hace tiempo en distintas ONG’s en Nepal. Muchas de ellas de origen español, algo que facilitó la comunicación entre nosotros. Uday ya conocía el idioma y algunas de nuestras costumbres más características. Me acompañó a uno de los monasterios Budistas más grandes que he visto. En este monasterio me contó muchas cosas sobre la religión budista y respondió pacientemente a todas las dudas que tenía. Fue una experiencia mística super bonita.

Narayan, un antropólogo Nepalí.

Es un verdadero placer quedar con personas que atesoran tanto conocimiento. Narayan empezó estudiando bioquímica, pero las distintas culturas del mundo despertaron un fuerte interés en él. Así que comenzó a estudiar antropología y sociología.

Me descubrió muchas cosas sobre el barrio donde estaba alojada. Me contó tantas cosas interesantes sobre el hinduismo y el budismo que me quedé con ganas de pasar más tiempo con él para saber más.

Otro día quedamos en Bhaktapur, una preciosa ciudad en el valle de Katmandú que ha sido declarada como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1979. Además de tener una de las pagodas más altas del país, esta ciudad te transporta a la Edad Media nepalí. Está plagada de templos y mantiene el oficio de la orfebrería tradicional a pie de calle, cultivando las técnicas desde hace muchísimos años.

Después de quedar con Narayan, parte del grupo quiso acercarse a conocer la ciudad. De este modo decidimos comer todos juntos para continuar descubriendo rincones e historia.

Una preciosa anécdota que sucedió durante esa misma tarde fué que los chicos se pusieron a jugar a fútbol con un grupo de niños. Aunque no me gusta nada la industria que mueve este deporte, tengo que admitir que es un lenguaje mundial mediante el cual todos nos entendemos. Fue un momento de felicidad para todos. Es posible sentirse un poquito más feliz viendo a los pequeños nepalíes con una sonrisa en la cara porque tres extranjeros se habían puesto a jugar con ellos.

Bhaktapur

Aventura sola

Puesto que era mi última semana en Nepal decidí disfrutar de una experiencia completamente sola. Algo que sin duda repetiría de nuevo. Así que una vez finalizada la jornada con el grupo en Bhaktapur, nos separamos. Ellos volvían para Katmandú mientras yo iniciaba mi aventura en solitario viajando a Nagarkot.

Nagarkot es un lugar mágico y muy poco transitado por turistas. Un sitio al que se escapan las personas locales para evadirse del bullicioso Katmandú. Esta visita a Nagarkot fue gracias a una recomendación de Debendra, uno de los emprendedores locales de los que he hablado anteriormente, que me habló de ella cuando le pedí recomendaciones para visitar lugares no muy alejados de la capital desde los que se pudiera ver el Himalaya. Sin duda es una magnífica opción para sentirte rodeada de naturaleza cuando no dispones de mucho tiempo para hacer un trekking de varios días.

Una de las cosas más desconcertantes de Nepal es el transporte, es algo muy característico y muy difícil de olvidar. Durante uno de los trayectos en autobús tuve que viajar más de una hora y media de pié rodeada de muchísimas personas, tantas, que en ocasiones costaba respirar. Lo bueno de ese trayecto es que tuve la suerte de conocer a cuatro turistas que, al igual que yo, buscaban la tranquilidad de la naturaleza salvaje del Himalaya.

Después de algunas de las experiencias vividas he podido comprobar una vez más que viajar nos hace más generosos, más abiertos y flexibles. Disfrutamos viviendo experiencias que en nuestra vida cotidiana jamás hubiésemos imaginado.

En esta aventura en solitario tuve la suerte de conocer gente muy hospitalaria que me ofreció ayuda de todo tipo: bien fuera como guías, guardándome la mochila mientras yo tenía que viajar de pié en el autobús, llevándome en motocicleta mientras diluviaba…

Este tipo de aventuras nos conecta a menudo con lo más profundo de nuestra naturaleza humana y eso es algo que buscamos en Icarus con dedicación.

Viajar en la época de los monzones te ofrece momentos inolvidables. Pese a no poder ver el Himalaya como me hubiese gustado, tuve la suerte de despertarme a las 4 de la mañana rodeada de verde por todos los rincones, oliendo aire puro y escuchando llover como nunca antes. Me quedé unas horas allí disfrutando del momento, en paz conmigo misma, sin ruido, sin agobios, sin preocupaciones. Para cerrar el día dí gracias por haber podido escaparme durante un tiempo del caos que estábamos viviendo en Katmandú. Fue sin duda una experiencia inolvidable.

Haz aquello que te gusta

Gracias a una buena organización y al buen trabajo realizado tuve más tiempo libre para hacer este tipo de escapadas. Pero además aproveché el tiempo restante para ayudar a otros grupos de voluntarios con objetivos muy distintos.

Por una parte ayudé al equipo de fotografía, centrado en una nueva campaña para Hemper. Hicimos dinámicas creativas para buscar nuevos conceptos, mientras que por otro lado, trabajábamos las ideas para ir quedándonos con las más potentes. Me encanta dinamizar este tipo de proyectos porque es algo que me apasiona y porque a través del trabajo en equipo se descubre de una manera más personal a las personas con las que compartes tiempo e ideas.

Por otro lado, el equipo de Kamala me pidió si podía ayudarles estando presente en una dinámica donde el objetivo principal era conseguir averiguar ‘qué es lo que realmente le gusta a los niños de la comunidad en la que estaban trabajando’; se trabajaron cuestiones como: ¿cuál es tu color favorito? ¿cuál es tu palabra favorita? ¿cómo está involucrada la religión en sus vidas?… etc

Para obtener resultados reunimos a todos los niños una tarde y les repartimos hojas en blanco individuales. Las hojas estaban divididas en ocho rectángulos y Taquen les enseñaba una tarjeta donde había dibujado el concepto que quería que los niños representaran a su manera. De este modo se creaba un lenguaje visual desde el primer momento. No había palabras, sólo dibujos. Mi rol en el ejercicio fue participar como un niño más y dibujar lo que a mí me pareciese. Así pude ayudar a los niños a desprenderse de complejos y animarles a que exploraran su faceta artística.

Vivir la dinámica desde dentro me acercó mucho a los niños de la comunidad. Llegó un momento muy especial en el que me veían como una más. Desde mi llegada tenía muchas ganas de pasar tiempo con los pequeños, así que yo también disfruté cada minuto. Lo que más nos sorprendió a todo el grupo fue la educación y el comportamiento hacia los demás y la fantástica memoria de la que hicieron gala al memorizar tantas cosas ese día.

Mientras esperábamos a que viniesen todos los niños de los distintos colegios del barrio yo aprovechaba para jugar con un entrañable niño de dos años, que apuntaba maneras como fotógrafo o modelo. Le dejé jugar con mi cámara y rápidamente entendió el funcionamiento para hacer fotos y videos. No paró de hacer fotos a Taquen, luego yo se las hacía a él, de esta forma convertimos la espera en un rato muy divertido.

Durante este tiempo en el que jugábamos con mi cámara, Usha estaba conociendo a los integrantes de Kamala y expresando las ganas que tenía de empezar a pintar. Ella siempre vestida de color amarillo, con dos trenzas largas anudadas con lazos de ese mismo color; fue una de las más activas en la dinámica de dibujar.

Llegado el momento todos los niños se reunieron en un círculo junto con algunos padres que quisieron ver en qué consistiría la actividad. Fue una bonita experiencia poder vivir un momento en comunidad con personas que minutos antes eran totalmente desconocidas para mí. Crear este tipo de actividades ayuda a unir la comunidad y a enseñarles a confiar en otras personas.

El resultado del ejercicio, a parte de una gran experiencia, sirvió de inspiración a Kamala para diseñar los bocetos que posteriormente plasmaron en las casas de los niños. Cuatro días estuvieron pintando juntos las paredes de la comunidad. Lo más increíble fue que Kamala decidió pintar también una caseta que estaba a pie de calle y que la comunidad no estaba utilizando hasta ese momento. Días más tarde decidieron colocar un horno para convertirlo en un restaurante. Una prueba que el diseño de servicios y el interiorismo ayudan a renovar y generar valor en objetos o lugares que a simple vista pasan desapercibidos.

Conclusión

Lo cierto es que esta última semana fue para mí muy distinta a las demás. Me ha permitido descubrir y experimentar algunas de las maravillas que la cultura nepalí me tenía reservadas en este viaje. Además pude compartir con otras personas estas experiencias y aprender junto a ellos un montón de cosas interesantes. Es muy enriquecedor co-crear junto a diferentes perfiles con un objetivo común, en Icarus estamos seguros que estas experiencias quedarán en la retina de quienes se atrevan a vivirlas.

Gracias a todos los que habéis compartido momentos conmigo y aportasteis un matiz más para que esta experiencia fuese algo inolvidable.

**Fotografías realizadas por Laia Muñoz Gomà y Marta Aguilar Cerezo