El mundo no está cambiando, el mundo es el cambio. Esto no sucede ahora, antecede a cualquier parámetro de vida en el planeta, porque el tiempo es la única constante de los paradigmas que nos mantienen despiertos. El cambio está presente en la evolución natural del ser humano y el progreso nos anima a alejarnos del abismo. Sólo el arte y la revolución pueden burlar la perspectiva histórica de las palabras.

Nos adaptamos y nos reinventamos por espacios de tres mil años, como decía Göethe, anticipando la transformación que sufriremos en carne para seguir con vida. La conciencia, es la herramienta más fiable que tenemos hoy para situarnos fuera del marco temporal que nos impide ser creativos y la tecnología es el conductor que multiplica nuestros actos.

Todo lo que está ocurriendo a nuestro alrededor no se comprende sin entender el impacto que tienen la tecnología en nuestras vidas. En 1975, Gordon Moore afirmó que la tecnología tenía futuro, que el número de transistores por unidad de superficie en circuitos integrados se duplicaría cada dos años y el coste de producirlos se reduciría a la mitad. Apostando por una tendencia que continuaría durante dos décadas, la teoría de la Ley de Moore se ha podido constatar hasta la fecha e incluso en algunos momentos se ha acelerado.

El mundo no está cambiando, estamos experimentando una capacidad ilimitada de procesar información en nombre de datos, emociones y sentimientos cuantificables a través de las conexiones de nuestros dispositivos con la sociedad. Las plataformas digitales se están convirtiendo en comunidades de personas que interactúan como si fueran países, regiones o ciudades. Hoy el país más poblado del mundo es Facebook. En pocos años todo estará conectado a internet y va a admitir información que a su vez será editable y en tiempo real.

Las empresas compiten por la escalabilidad en la comunicación digital. No invertir en la innovación significa poner un freno al desarrollo y solo vivir al día. Tenemos que ser capaces de imaginar un mundo diferente, superando las fronteras físicas y mentales entre productos y servicios. El parámetro en la innovación es constante: con una impresora 3D se pueden imprimir puentes sobre el agua, un autobús que se conduzca solo, implantes del cuerpo humano y alimentos que solucionen el hambre en el mundo. Se están estudiando implantes cerebrales que permitan la visión nocturna. Tenemos lápices para diseñar en el aire y drones que nos multan por exceso de velocidad en las carreteras. Hoy le damos instrucciones al teléfono con Siri, Cortana o Google Now pero en poco tiempo daremos paso a interfaces neuronales de inteligencia artificial que permitan transmitir las necesidades directamente a un software a medida.

Nuestro mayor reto es generar relaciones de confianza entre los sistemas y las personas, en base a la transparencia y el control de datos. Enriquecer la vida digital de las relaciones y crear valores a través del conocimiento. Simplificar, filtrar y personalizar una nueva generación de datos para conseguir mejores experiencias, en menor tiempo y aún así distinguir sistemáticamente cuando alguien nos diga “hola”.